Extraños en el parque
El sonido de la gente, el eco de sus conversaciones y las gotas de agua intermitentes rompiendo en el suelo una tras otra, son el aliento de la voz de la calle. Una voz artificial chirriando en las mentes. En el centro del parque, junto a la zona donde anidan los beodos, la oscuridad se levanta como un gigante derribando los luminosos letreros y farolas. Estoy sentado en un banco, sintiendo el frío de invierno en mi piel. Mis ojos están desintegrando la materia mientras voy anotando pensamientos. Grupos de jóvenes se emborrachan en los extremos del parque. Pensamientos de hormigón en su alma esconden su voz inmortal e infinita. Rostros sonrientes, felices, serios, abstraídos, inquietos, cabreados o tristes. Cuantas sensaciones pasan con o sin disfraz por sus rostros. El vagabundo tumbado en el banco, acaba de despertarse y se acerca lentamente.
- Hola amigo. ¿No tendrás un cigarrillo por ahí? _ pregunta el vagabundo.
- Pues, creo que si_ el escritor se saca el paquete de tabaco de un bolsillo de su abrigo_. Toma!
- ¿Quieres fuego? _ pregunta el escritor.
- Si _ coge el mechero el vagabundo.
- Aaaajjj! Tengo el cuerpo engarrotao. Quiero silencio, joder. ! !No os podéis callar de una puta vez! ! _gritó enfurecido el vagabundo.
- Ya se irán a beber a otro sitio, no te preocupes.
- ¿Tienes algo para beber amigo? ¿Vino? ¿Whisky?, o, ¿Una cervecita? _preguntó el vagabundo.
- Pues, estoy bebiendo vino. Toma este cartón de vino, esta lleno, para ti todo. Yo ya voy servido.
- Vamos a hacer una cosa, no quiero aprovecharme amigo, me voy a sentar aquí contigo ¿vale? y ya pues, nos bebemos este vino los dos. ¿Vale?
El vagabundo sonrió felizmente como un niño jugando con su pelota, y viendo su expresión, el escritor quiso mandarle a la mierda pero no dijo nada. Sin haber llegado a un acuerdo, el vagabundo decide, agarrando el cartón de vino, sentarse en el banco. Hablaban sus mentes alertadas por un extraño a su lado en el absoluto silencio. Sentados. Estáticos. Callados. Sorbo a sorbo, el vino va acabándose. El escritor se queda sentado en el banco por la curiosidad. Pensando que podría escribir, en su relato si ese es el nombre apropiado, el momento de estar con este tipo que desprende un denso hedor.
- Burjj! Joder, que bien sienta beber vino. Toma, que te veo muy callado, bebe un poco. _ dijo el vagabundo.
El escritor agarró con ganas el cartón de vino.
- ¿Vienes mucho por aquí? _preguntó el vagabundo.
- Vivo cerca de este parque y me gusta venir aquí de noche.
- Aquí solo vienen borrachos, camellos y vagabundos amigo, mal sitio para pasar la noche. La ciudad es una mierda, y nosotros sus moscas, aunque a veces, la mierda es buena para que crezcan raíces en la tierra y la vida no cese.
- Tienes razón.
- La noche y el alcohol unen las almas, sabes amigo, sientes la magia. Como ahora, borrachos, hablando sinceramente tu y yo. Sin nada que ocultar. En el mismo carro, conectados en este instante. Yo soy vagabundo, duermo tumbado en los bancos de los parques, y gracias al relato que escribes, he podido levantarme de mi tumba. Bueno, gracias por el sorbo y el cigarro. Hasta otra amigo.
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