Tumbado en mi propia tumba.
Las calles llenas de luces, están iluminadas por las bombillas colocadas en los edificios, decorados con sus dibujos luminosos típicos de navidad, rodeado de gentío. La gente entrando y saliendo de una tienda a otra empujados por un obsesivo afán de compra, dándole el sentido que ellos entienden de la “feliz navidad”. Una época de recuerdos e intenciones. Andando de un lugar a otro, distrayéndome con los escaparates de las tiendas, me detengo en la esquina de una calle y, observo que dentro del callejón, parpadean las luces del cartel de un bar, he encontrado la salida a esta querida y repulsiva ilusión. Estoy agotado de ver gente y luces y regalos y falsas sonrisas y falsos saludos y falsa navidad y, prefiero tomarme una copa en esa tasca, antes que ver mascaras en un carnaval muy bonito. El portero, trajeado con ropa cara, se queda analizándome, pone una mirada soberbia diciendo tu traje es una mierda. Miro por los cristales de la puerta, parece que el sitio esta lleno. Entonces, me acerco al portero y le digo;
-¡Buenas noches!
-La entrada vale cuarenta euros y puedes tomarte cinco copas.
-Vale, esta bastante lleno ¿No? – le contesto.
-Claro, en nochebuena esto siempre se llena de gente.
-Toma! - le di los cuarenta euros.
-¡Entra por aquí!- me señala la entrada y me abre la puerta.
La música era como pensaba, la típica que ponen en este lugar, un popurrí variado de comercialidad menos dos o tres canciones de algún grupo menos comercial. Un chorro de luces de colores se mezclan entre si dándole al lugar un ambiente fiestero. Aparto a la gente como puedo, llego a la barra y le digo a la camarera;
-¡Hola!
-¿Qué vas a querer?
-¿Me pones un chupito de esa botella que tienes ahí y un cubata de whisky?
-¡Si, claro! – me contesta animada.
Mientras espero, me quedo mirando la gente de alrededor, hay muchas tías buenas. Me quedo contemplando, mirando con curiosidad, el rostro de una chica de pelo negro, que esta a mi lado, simplemente es hermosa. Ella esta con un grupo de amigos. La camarera llega con lo que le he pedido.
-¡Toma! ¿Quieres algo mas?- me pregunta la camarera.
-No, gracias, de momento esto esta bien.
Empiezo a cansarme de estar aquí bebiendo, me pediré mi ultimo asalto de chupito y cubata, no se cuantos llevare. Se lo pido a la camarera y cuando me los pone, cojo el cubata para darme una vuelta por la discoteca, doy un rodeo metiéndome entre la gente bailando. Pongo el cubata encima de una mesa bajita a mi lado y, cuando ya lo he dejado, veo que aquella hermosura esta enfrente mía bailando hipnotizándome. La sangre se agita, el corazón revive, mis ojos reciben el calor de su sonrisa, de su cuerpo, de su mirada, como si estuviese tumbado en la playa arropado por la arena y las olas, mirando al infinito. Contemplando una obra divina, queriendo besar la fortuna, tocarla eternamente. Preso de una cadena no puedo acariciar tu alma. Apago el fuego con mi cubata. Dejo el vaso vacío, me voy al sofá y me siento, tumbado en mi propia tumba.
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