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llega-a-ser-el-que-eres

La ley que impone la vida.

La puerta se abre, el tren ya ha llegado. Cojo la mochila y la maleta  y me voy al vagón que señala mi billete. Entro. Hay un hueco al lado de la puerta del vagón, para dejar las cosas, hago espacio entre las otras maletas como puedo y dejo mis cosas ahí. Mi número de asiento es el 65, solo hay un asiento libre, supongo que será el mío. Cuanta gente diferente. Una pareja de ancianos, una mujer rubia con su hija pequeña, dos asiáticos y, en el asiento que hay en frente del mío, hay una señora sentada junto a la ventanilla y un árabe mirando al pasillo. Me siento y me pongo cómodo. ¿Se podrá fumar en el tren? Aquí, no se podrá, la gente me miraría jodida por el humo y el olor. ¿Donde puedo fumarme un cigarro? Bueno, da igual, luego lo soluciono. Seguro que encuentro algún lugar donde poder enchufarme un cigarro sin que me vea el revisor. Saco un libro y me pongo a leer. De repente, me doy cuenta que hay un tío con un porro en la mano, de pie, mirándome, y me dice;

 

-¿Te vienes a fumarle a esto?

- No me apetece fumar tío, estoy muy cansado. __en realidad si tengo ganas de fumar, pero no confió mucho en este tío, le falta dos dientes y los demás los tiene carbonizados.

-Venga hombre, si voy de buen rollo, ¡tu tienes pinta de fumar porros!

- Chsss! Disimula un poco mas. __su aliento hecha peste a tabaco y alcohol.

-Estamos en el ultimo vagón, por la puerta de la izquierda, hay no va nadie Además, el humo se  dispersa rápido porque se mete por una rejilla.

-¿Es que hay mas gente fumando allí? __ le pregunto interesado.

- Si, claro. Me he dado una vuelta por el tren y he rescatado a peña.

-¿Te vienes o que?- pregunta impaciente.

-Vale, nos vemos allí.

-Te esperamos allí amigo. ¡Hasta ahora!

 

Guardo mi libro en la mochila y busco mis utensilios para liarme un canuto. Cruzo por la puerta de la izquierda, paso por al siguiente vagón, hasta llegar a donde me había dicho el tío. Me quedo allí  fumando, en el vagón porrero, paso el porro para que fumen, la gente esta muy colocada, igual que yo, antes de volver a mi asiento, me fumare un cigarro. De repente, se abre la puerta del vagón. Por el espejo se ve que es un hombre de piel oscura, alto, con ropa muy rara. Joder. Es el árabe. Mete su mano en el bolsillo y se saca un cigarro del paquete. Le pide fuego al que tiene al lado pero el no tiene. Se acerca a mí y me pide fuego haciendo gestos con las manos. Parece acelerado, muy nervioso, su cara muy seria, fuma como si fuese el ultimo cigarro que se va a fumar en su vida. La gente se empieza a ir porque ya van muy colocados y, en un segundo, me veo solo con el. Todavía no he consumido el cigarro. Me quedare un rato más. Entonces, se me acerca el árabe y me dice;

 

-Espero que tengas suerte muchacho. Si yo fuese tu, me bajaba cuando pudiese. Adiós.

 

Mierda. No quiero pensar en lo peor, que este tío no lleve una maleta con explosivos, la haga estallar, suicidándose y jodiendo a todos los que viajamos en este tren. Seria una putada morir ahora. Después de todo lo vivido, todo lo que tengo, los asuntos pendientes, mis deseos, mi vida, todo se puede ir a la mierda antes de llegar a la próxima parada. Absorbido por esta hipótesis, me voy a mi asiento. Respiro profundamente, intentando que la imaginación no me ahorque y pensando, “algún día, no se cuando ni como, esto tenia que pasar, es la ley que impone la vida, tendría que haber hecho mas cosas, como…”. Pasan unos segundos y entran en el vagón, dos policías vestidos de paisano, pidiendo la documentación. Uno de los dos hombres se acerca y me pregunta;

 

-Hola.

-Hola. Perdone, ¿puede enseñarme su documento de identificación? __ pregunta el poli.

-Si, claro. ¿Ha pasado algo?

-No, estamos haciendo una revisión para asegurarnos que todo marcha bien. Si es tan amable de enseñarme su pasaporte.

 

Le enseño toda mi documentación. La revisa y ve que todo esta en regla, me devuelve mis cosas y pasa al siguiente. El árabe. El poli coge su pasaporte, lo analiza, saca un walkie-talkie y se pone a hablar. Coge del brazo al árabe y lo levanta, se lo lleva fuera del vagón. Entre el vagón siguiente y el anterior, hay un espacio pequeño, se paran ahí. Por el cristal puedo ver como se ponen a hablar enérgicamente, como si estuviesen discutiendo. El árabe, le pega un puñetazo directo a la cara, rápidamente, saca una navaja y la pega contra el cuello del poli, amenazándole. En la otra mano, tiene un aparato pequeño. Después, todo se llena de oscuridad.  

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