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Llegar a ser...

Los poetas, cuando escriben novelas, acostumbran a actuar como si fueran Dios y pudieran dominar totalmente cualquier historia humana, comprendiéndola y exponiéndola como si Dios se la contase a si mismo, sin velos, esencial en todo momento. Yo no soy capaz de hacerlo, como tampoco los poetas lo son. Sin embargo, mi historia me importa mas que a cualquier poeta la suya, pues es la mía propia, y además es la historia de un hombre: no la de un ser inventado, posible, ideal o no existente, sino la de un hombre real, único y vivo. Lo que esto significa, un ser vivo, se sabe hoy menos que nunca, y por eso se destruye a montones de seres humanos, cada uno de los cuales es una creación valiosa y única de la naturaleza. Si no fuéramos algo mas que seres únicos, seria fácil hacernos desaparecer del mundo con una bala de fusil, y entonces no tendría sentido contar historias. Pero cada hombre no es solamente el; también es el punto único y especial, en todo caso importante y curioso, donde, una vez y nunca mas, se cruzan los fenómenos del mundo de una manera singular. Por eso la historia de cada hombre, mientras viva y cumpla la voluntad de la naturaleza, es admirable y digna de toda atención. En cada uno se ha encarnado el espíritu, en cada uno sufre la criatura, en cada uno es crucificado un salvador. Pocos saben hoy que es el hombre. Muchos lo presienten y por ello mueren mas tranquilos, como yo moriré cuando haya terminado de escribir esta historia. No puedo adjudicarme el titulo de sabio. He sido un hombre que busca, y aun lo sigo siendo; pero ya no busco en las estrellas y en los libros, sino que comienzo a escuchar las enseñanzas que me comunica mi sangre. Mi historia tiene un sabor a disparate y a confusión, a locura y a sueño, como la vida de todos los hombres que ya no quieren seguir engañándose a si mismos. La vida de cada hombre es un camino hacia si mismo, el intento de un camino, el esbozo de un sendero. Ningún hombre ha llegado a ser el mismo por completo; sin embargo, cada cual aspira a llegar, los unos a ciegas, los otros con más luz, cada cual como puede. Todos llevan consigo, hasta el fin, los restos de su nacimiento, viscosidades y cáscaras de un mundo primario. Unos no llegan nunca a ser hombres; se quedan en rana, lagartija o mandril. Pero todos son una proyección de la naturaleza hacia el hombre. Todos tenemos en común nuestros orígenes, nuestras madres; todos procedemos del mismo abismo; pero cada uno tiende a su propia meta, como un intento y una proyección desde las profundidades. Podemos entendernos los unos a los otros; pero interpretar es algo que solo puede hacer cada uno consigo mismo.

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