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Letras con sangre.

¿Quién soy cuando salgo a la calle? Soy un chico tímido, callado e introvertido que busca evasión en cada calada de un porro y en cada bebida un escape. Si es cierto que la bebida da poder para decir lo que quieras sin censura, pero, después de sus efectos sigues siendo el que eres y tienes que enfrentarte a la realidad. La realidad es absurda, provocadora, cruel, y a veces un regalo o una diversión, si la disfrutas tú solo es una amargura, si no puedes disfrutarla con otros una tortura, y si llegas a tomártela con poco sentido del humor tienes una crisis existencial. Las drogas están para olvidar, además de encontrar conocimiento o experiencias nuevas, para dejar de lado a la conciencia y apaciguar el dolor. Cuando uno esta en el fondo de su propio pozo, se siente como un niño que no puede subir hasta arriba, lo mas odioso es esperar hasta crecer. Eterno retorno, como decía Azorín o Nietszche, vivir es volver a ver pasar las mismas sensaciones, cada vez distintas, como las nubes que siempre son las mismas pero de distinta forma. Mi arma, palabras con filo de acero que atraviesa la piel escamosa de los dragones que nos protegen, guardando nuestro indigente corazón. Llenan de sentido nuestra soledad, empañan el alma blanca del vacío. ¿Tan difícil es llegar a ser uno mismo? La paz es una meta que se gana con el tiempo, dejando que las cosas sigan el curso que marca el ritmo de nuestros pasos, como la lluvia que empieza furiosa, impetuosa y agitada, terminando en el goteo suave de un grifo semiabierto. Así uso yo las palabras, para llenar la sensación de vacío, no concibo otra manera, podría usarlas para manipular, para desmoralizar, competir, dañar o alegrar a otros.  

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